Por Florencio Chicote, director de la revista EL ZÁNGANO.
Existe una perfecta simbiosis entre plantas y abejas, generando beneficio recíproco. Las plantas se dotan de sus flores, las cuales, a través de sus colores y/o sus aromas atraen a las abejas, que recogen el néctar y el polen: el néctar como base para la preparación del alimento energético de todos los individuos de la colmena, y el polen como alimento proteico, a la vez que necesario para la segregación de la cera con la que hacer los panales, y de la jalea real para alimentar a la reina y a las larvas de obreras y zánganos. Como pago a este servicio, las abejas hacen la importante labor de polinizar esas flores. Ello sucede por que cuando una abeja visita una flor, los pelillos que recubren su cuerpo se cubren con los microscópicos granos de polen de las anteras, algunos de los cuales irán a parar al estigma de otra flor dando lugar a su fecundación y a la producción del fruto y de sus semillas.
También hay otros insectos polinizadores, pero son las abejas en un 80 % las responsables de la polinización de las plantas, dado su alto grado de especialización.