En el día de hoy, el ex convento de San Pedro de Arlanza recibe la visita de un internauta, ansioso por saber sobre la historia de este llamativo rincón.
El atento visitante, que ya se ha comprometido a realizar la visita, empieza a mostrar un creciente interés por los misterios que encierran estas paredes.
Como son muchos los detalles a seguir, ponga usted el máximo interés para comenzar lo que será, una visita a través de esta web, del monasterio reconocido como la “Cuna de Castilla”. Esperamos que con esta visita a través de Internet, consigamos introducir una semilla en su interior, para que algún día fructifique lo suficiente para que le lleve a vivir físicamente el esplendor y espiritualidad que alberga este rincón perdido del valle de Arlanza.
En el término municipal de Hortigüela, a orillas del río Arlanza, besando sus aguas, se alza el que fuera mayor y más importante monasterio de la casa castellana. Este monasterio está considerado por muchos estudiosos como la “Cuna de Castilla”.
Son varias las cuestiones que se nos presentan al ver el monasterio: ¿Quién y por qué mandó levantar semejante obra?, ¿Qué hace un monasterio de este tipo aislado en medio de ningún sitio?, ¿Por qué se presenta en el actual estado de ruina?, ¿Por qué no hemos hecho nada para conservar lo que son nuestras raíces?, … En un intento de daros una respuesta valida os presentamos estas letras.
El templo fue mandado construir, según la leyenda, por el buen conde castellano Fernán González como respuesta a una promesa hecha al eremita San Pelayo, quien le había augurado grandes éxitos.
Probablemente nos choque ver, el monasterio aislado y precisamente ahí, pero tiene una explicación: en aquellos tiempos de reconquista, las próximas fortalezas de Lara y Carazo eran uno de los grandes bastiones castellanos; el monasterio se encuentra enclavado en medio de ambas fortalezas, haciendo de unión, al abrigo del cañón que presentan el río Arlanza y la espesura del bosque de sabinas que le envuelve; los manantiales de agua, las fortalezas naturales y la espesura del bosque, convierten a este lugar en un rico, protegido y escondido rincón, de difícil acceso. Se trata pues, de un lugar habitual de paso conocido del conde Fernán González, un lugar que le merecía respeto e inspiración suficientes como para llegar al punto de desear ser enterrado en él.
Aunque son conocidos restos visigóticos anteriores sobre los que se alza el monasterio, hablamos de su fundación original como la del buen conde Fernán González en el año 912. Durante esta época se convirtió en uno de los centros económico y cultural más importantes de la naciente Castilla. Su hegemonía perduró varios siglos hasta que una serie de factores han ido contribuyendo a su fatal suerte.
A principios del siglo XIX sufre el saqueo de valiosos elementos menores de orfebrería y metales preciosos durante la ocupación francesa. Posteriormente la desamortización de Mendizábal en 1835 obligó a marcharse a los monjes benedictinos, pasando las propiedades al Estado; y éste, falto de dinero, no dudó en profanar las tumbas de los ilustres condes castellanos y autorizar la venta del monasterio y las extensas propiedades que le rodeaban. En 1890, para sumarse a la desgracia, se declaró un gran incendio de nefastas consecuencias. Con el monasterio en manos privadas, su suerte no mejoró. Se convirtió en cantera abierta y se autorizaban y vendían sus riquezas, ante el asombro de los mudos castellanos inmersos en sus guerras y posguerras. Eran tiempos en los que la iglesia debía, quizá, pagar alto precio por los abusos de otra época.
En 1931, en un intento de salvar lo insalvable, el exconvento es declarado Monumento Nacional. La declaración, sin embargo, no tuvo consecuencias prácticas.
Hacia 1950, a la ruina irreparable del monasterio, vino a sumarse la amenaza de su desaparición total, por la construcción de un pantano proyectado en el valle; el pantano de Retuerta. Después se llegó a plantear la conveniencia de su traslado íntegro. Mientras tanto el deterioro continuó produciéndose y autorizándose con mayor celeridad. Finalmente, aunque las obras se iniciaron, el pantano nunca se hizo.
En la actualidad las instituciones están invirtiendo para la consolidación del monasterio, pretendiendo de esta forma fijar las ruinas y poder cambiar la suerte que, por desgracia, ha acompañado al monumento en estos dos últimos siglos. Somos conscientes de que nuestra deuda histórica y el trabajo pendiente va a merecer numerosos esfuerzos y dedicación.