Tenemos la suficiente sensibilidad para percibir la agonía en que se encuentra nuestro planeta, ya no es solo el tan cacareado cambio climático, tan de moda en los medios de comunicación; nos jugamos mucho más, la continuidad de una especie, la humana, que no consigue encontrar el equilibrio entre lo natural y lo artificial.
¿Cuándo acabaremos de asfaltar el planeta? ¿Hasta cuando nos podrá alimentar? ¿Y con el mar, qué haremos? ¿Y las ciudades cuándo dejarán de crecer?
Llegará el día, en el que se inviertan las tendencias destructivas de la raza humana hacia el medio natural, dando paso a un proceso de creación sostenible que todavía no podemos imaginar, ni en su forma, ni en su contenido.
Para conseguir estos cambios, tenemos que aprender a “ver”, lo que hay detrás del producto que consumimos, o nos volveremos todos ratas de laboratorio. Ya no compramos tomates del huerto, ni nos abrigamos con la lana de las ovejas. Ahora, nos dan de comer y nos visten gigantescos laboratorios, de difícil ubicación, y por supuesto con ningún control sobre sus actividades. Dirigen nuestras vidas a su antojo, teniendo solo una meta final: BENEFICIOS Y CONTROL.
Hay que mantener una personalidad de consumo responsable y eficaz, siendo extremadamente críticos con la publicidad, que nos hace desear cosas, que en la mayoría de las ocasiones no necesitamos. La publicidad, también enmascara la verdadera procedencia de los productos que consumimos, y la forma en la que se han conseguido, maquilla todo el proceso a su antojo; los resultados son obvios, nada de lo que se anuncia se acerca a la realidad, no lo olviden.
Todos consumimos, y entre todos podemos invertir los términos de “contrato” a los que nos tienen sometidos. El consumidor tiene el poder y el deber, de marcar a las empresas el rumbo a seguir, dejemos de ser ratas de laboratorio.
Con nuestras compras selectivas, podemos incentivar a las empresas sostenibles y ecológicas, o castigar a las que nos tratan como simples instrumentos de mercado.
Si dejamos de comprar los productos más agresivos con el medio ambiente, estos desaparecerán del mercado. Tenemos que forzar a las grandes corporaciones, a cambiar hacia productos más ecológicos y sostenibles, pero esto solo lo conseguiremos si llegamos a “tocar” su cuenta de resultados; hay que demostrarles que producir de una forma sostenible y transparente, también puede proporcionar beneficios y dividendos.
Para que los cambios se produzcan, tiene que ser el consumidor el que maneje el mercado, de otra forma estamos perdidos.
Hortigüela, 24 de agosto de 2009.
Agustín Blanco de Domingo.